¿En qué consiste vivir?

Durante el curso 2008-9, estudiando el tema de Ortega y Gasset, un alumno de 2º de bachillerato llamado Javier S. contestó a la pregunta "en qué consiste vivir" con el siguiente dibujo:


En pocos minutos y con gran habilidad expresó una interpretación de la vida que no puede dejarnos indiferentes. ¿Tiene razón este dibujo? Después de tantas preguntas, tantas búsquedas y tantos afanes en los que los seres humanos andan empeñados ¿todo se reduce a eso? Sinceramente pensamos que no, pero nos resulta dificil elaborar ese "no" y dar razones (sean vitales, poéticas, simbólicas, fronterizas o de otro tipo) que lo justifiquen. Este dibujo es para nosotros un reto que pide respuesta. Intentaremos dar algunos pasos en su dirección. La siguiente reflexión es sólo uno de ellos.

La vida no se agota en ser un proceso que nos lleva de la infancia a la juventud, de la juventud a la madurez y de ésta a la vejez. Tampoco se agota en ser una lucha de todos contra todos, o en el intento por realizar nuestros sueños o en un despeñarse irremisiblemente en el olvido. Una experiencia más amplia de aquello en lo que consiste vivir nos enseña lo siguiente: la vida consiste en ir haciéndose semilla de sí misma.

En efecto: la vida en su transcurrir no camina sin más hacia su desaparición, sino que se va haciendo semilla de sí misma. Puedes contemplar este fenómeno singular observando, por ejemplo, el desarrollo de una planta en casa, en la terraza, en un jardín o en el campo. Detente y observa este árbol. De la semilla plantada en la tierra brotan raíces con las que se alimenta y crece, elevándose hacia lo alto con un fino tallo que se hace tronco después. Y de ese tronco brotan ramas que abiertas al aire van desplegándose en frutos de los que nace… una semilla. La semilla, tras un tiempo, cae para ocultarse de nuevo bajo la tierra y desde ella, brotar. ¿Qué significa entonces para el árbol el paso del tiempo? ¿Significa únicamente ir separándose del suelo nutricio con ímpetu al principio, con menos fuerza después, alzándose cuanto puede hacia la luz y el aire para, un día, comenzar a decaer, perdiendo ternura su tallo, haciéndose cada vez más rugoso su tronco hasta secarse y derrumbarse? No puede significar sólo eso, porque ese proceso es a la vez, e inseparablemente, un ir haciéndose la planta semilla de sí misma, afirmándose la rama en la flor, la flor en el fruto y el fruto en la semilla. Y entonces advertimos la paradoja en la que consiste todo este devenir: a medida que la planta se acerca a su fin, se acerca también a su principio. A la vez que se hace más vieja, se hace más joven. Acercándose a su término, se acerca a su nacimiento ¿Por qué? Porque la vida consiste en hacerse semilla de sí misma. A la vez que pasa el tiempo y envejece, y sus ramas pierden frescura, y sus hojas transparencia y verdor, a la vez rejuvenece como fruto del que nace una semilla de sí misma. El futuro del árbol no es la muerte, es la semilla. Por eso, acercarse al final es acercarse al principio, hacerse anciano es hacerse niño, envejecer es rejuvenecer. Paradoja letal para el sentido común.

Atrevámonos entonces a seguir pensando. El pasar de la vida no es el pasar de los días que faltan para la muerte, es un hacerse irremediablemente semilla de sí misma. Te contarán que no es así, que todo esto no son sino palabras vacías y que la verdad es sólo la mitad de todo este asunto, que vivir es crecer, madurar, envejecer y morir. Pues bien: ahí se abre una ocasión para un pensamiento propio. La muerte es la última palabra sobre la vida cuando negamos a la vida su fecundidad, su poder hacerse otra. Piensa, observa, mira, intenta estar a la altura de lo que puedes descubrir. Y eso que podrás descubrir es sencillo: la vida se va haciendo semilla de sí misma. 


¿Será ese nuestro destino?

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