Dinero divino y dinero humano.

El término "dinero" no designa una realidad unitaria y simple. El dinero está constituido por dos dimensiones, distintas pero inseparables, semejantes a las dos caras de una moneda. De un lado tenemos el dinero divino y del otro el dinero humano (*). El dinero divino es el que manejan los Estados, la Banca, los Operadores Financieros. El dinero humano es el que corre entre las manos de los contribuyentes. Aunque ambos reciben el mismo nombre, poseen naturalezas por completo diferentes. La naturaleza del dinero divino se expresa en cifras exorbitantes desde la perspectiva del dinero humano. Para empezar a ser considerado en su divinidad, ha de poseer al menos una decena de dígitos, mientras que el dinero humano se expresa en cifras sensiblemente menores. El dinero humano sirve para conseguir algo distinto de sí mismo, cosas por ejemplo. El dinero divino se sirve de las cosas para conseguir aumentarse a sí mismo. El dinero humano es un medio para conseguir bienes y servicios. El dinero divino usa bienes y servicios como medios para sus propios fines. Los fines del dinero humano son abiertos, cambiantes e indeterminados. Los fines del dinero divino se reducen a uno: el indefinido aumento de sí mismo. El dinero humano tiene como finalidad algo distinto de sí; el dinero divino se tiene a sí mismo como finalidad.
Decir la verdad respecto del dinero consiste en sacar a la luz la diferencia entre los dos sentidos que habitan en su identidad. Mentir respecto del dinero consiste en ocultar esa diferencia. Una mentira sobre el dinero es decir que sólo es un medio para conseguir ciertos fines. Por el contrario, el dinero como medio posee también una finalidad propia. Una mentira sobre el dinero es decir que no hay nada más allá de él, siendo su finalidad aquella que determina cualquier otra hasta anularla. Más bien hay que decir que el dinero perpetuamente fracasa en su propósito y perpetuamente lo retoma, por lo tanto algo no deja de resistirse a su empeño. Una mentira sobre el dinero consiste en decir que la desaparición de las trabas que regulan su libre flujo traerá consigo la satisfacción de las necesidades humanas, pues ¿de qué dinero se habla? El dinero divino que fluye en el mercado financiero no busca satisfacer las necesidades humanas sino aumentar su propia rentabilidad. Las necesidades humanas son, para él, un medio a utilizar o una realidad a crear si conducen a un mayor beneficio. Una mentira sobre el dinero consiste en considerar necesario un régimen totalitario para regular su flujo. Al contrario: con eso sólo se sustituye una divinidad por otra. Una mentira sobre el dinero consiste en creer que existe una guerra a muerte entre las diferentes potencias económico-financieras. La hay, desde luego, pero es necesario añadir algo más: entre todas ellas existe un acuerdo absoluto y una fe incuestionada en el dinero divino. Todas ellas muestran una adoración compartida y común a su único Dios. La verdadera guerra se encuentra en otro lugar: allí donde nace algo que no comparte su fe.
(*) Tomamos esta denominación de Agustín García Calvo, Análisis de la Sociedad del Bienestar, Ed. Lucina.

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